Fotografía: Maite Recalde |
Desde la lógica de los derechos humanos, el espacio público está por todas partes. Prácticamente todo lo que nos rodea, incluso las redes sociales, sería espacio público entendido como los lugares en los que se despliegan nuestros derechos civiles y nuestros derechos políticos. La libertad de expresión, de pensamiento, la igualdad, la participación, el respeto a la integridad personal serían solo algunos de esos derechos que, lejos de desaparecer, se convierten en esenciales cuando estamos en las calles, en los parques y en los supermercados, esperando en la fila de una institución, en una sala de reuniones, en los pasillos de las estaciones y los vagones de tren, en las aulas y patios de las escuelas y, por supuesto, también en un plató de televisión o en una sala de comparecencias del Congreso de los Diputados.
Ninguno de estos derechos es absoluto. Sin embargo, son absolutamente imprescindibles en un sistema democrático basado en los instrumentos de derechos humanos. El derecho al espacio público es indispensable para la sana subsistencia humana y para la convivencia pacífica. El derecho al espacio público resulta especialmente importante para quienes han sido excluidas y excluidos de esos lugares de todos en base a creencias erróneas, estereotipadas y prejuicios infundados. El derecho a ser, estar y desarrollar actividades individuales y colectivas en el espacio público sin miedo ni restricciones es parte de uno de los pilares de un sistema democrático: los derechos civiles y políticos.