jueves, 25 de agosto de 2016

Pray for Burkini

Foto: Sebastian Nogier / EFE
Los atentados de París marcaron un antes y un después en el trato que Europa está dando a las personas que practican el Islam. Aquel viernes 13 de noviembre será recordado como una fecha infame por el horror de aquella masacre y por la respuesta de las autoridades galas que, tras la acción terrorista del ISIS, habló de declaración de Guerra y decidió suspender la Convención de Derechos Humanos.

Aquella fecha, paradójicamente, también dejó una consigna pacifista: Pray For París. La invitación al rezo por el ataque de un estado islámico a una sociedad laica se convirtió en la expresión más viral de solidaridad de aquellos días. Un apoyo no solo a las víctimas y supervivientes sino también a la paz. Desde entonces, cada vez que sucede un atentado (especialmente en una ciudad europea), se sigue ondeando ese mensaje cual bandera pacifista. Sin embargo, también a partir de aquella fecha, en las redes sociales (y no solo) se ha ido incrementado el odio hacia el musulmán, la islamofobia. 



La lgtbfobia y la islamofobia comparten mesa y mantel, de ahí este texto. Sus comensales comparten las fuentes de las que beben: la intolerancia, la ignorancia, la manipulación, la violencia, el miedo irracional, el extremismo (sea ideológico o religioso), la aversión…
El que odia, el odioso, quiere aniquilar aquello que odia: la libertad de expresión, la convivencia de la diversidad y la universalidad de los derechos. No dialoga, impone. No pregunta, actúa. Y lanza un mensaje a toda la sociedad al tiempo que la atemoriza y responsabiliza de su propia seguridad. La invita a unirse a depurar lo que hace que todo vaya mal, a purificar. El odio necesita del poder y de la opinión pública para eliminar a quienes formamos parte de los colectivos que para ellos son indeseables y culpables de los males sociales. Para los nazis los judíos eran avaros, egoístas y mezquinos, los gitanos tenían la criminalidad en el ADN que se transmitía de padres a hijos y los gais eran hombres débiles y afeminados que no podían luchar por la nación alemana…

En este blog, de vez en cuando, recibimos en la bandeja de comentarios pendientes de moderar algunos mensajes que destilan ese tipo de odio que no distingue colectivosy que, precisamente, se acerca mucho a esa mentalidad del nazismo. Lo comprobamos con la entrada de Sita Lorenzo (Es nuestra ignorancia la que invisibiliza al pueblo gitano) y, en estos meses, lo venimos corroborando cuando mencionamos a la población musulmana. 
El último ejemplo fue un comentario que recibió la entrada de nuestro compañero Enrique Anarte (Paso al frente de la Comisión Europea: no más discriminación LGBTIy que, por incitar al odio, no ha sido aprobado por la moderación del blog:
Joder qué risa cuando Europa se llene de musulmanes y aquí no queden más que viejos llenos de pelos de gato, sin descendencia, os vais a acordar de la la campaña de estigmatización de la familia tradicional que ha llevado a cabo el lobby gay y sionista en esta asquerosa y antiblanca Europa. Vais a rezar porque os acojan en la malvada Rusia. (De Burzum)
Este mensaje, o podríamos decir especie de recado, refleja con bastante fiabilidad la cantidad de creencias latentes que hay en aquellos que incitan al odio. No se trata de untotum revolutum sino de las señas de identidad de la ideología fascista.
Diferentes organizaciones están denunciando que el estado de emergencia decretado en Francia está yendo más allá de la lucha antiterrorista y está modificando sustancialmente la separación de poderes y la seguridad jurídica de la población, especialmente musulmana. El propio ministro francés del Interior reconoció que:
entre el 14 de noviembre de 2015 y el 13 de mayo de 2016, la Policía llevó a cabo 3.579 registros administrativos, en los que se encontraron varios centenares de armas y 420 personas fueron detenidas, de las que finalmente tan solo 31 resultaron “susceptibles de ser actos de terrorismo, la mayoría por apología del terrorismo”.
La prohibición del burkini en las playas de Cannes –ya extendida a más de una docena de playas francesas– es consecuencia de este clima creciente de islamofobia en el que se estigmatiza y vulnerabiliza a los miembros de la cultura musulmana sin que estos hayan cometido ninguna acción criminal. Es su solo atuendo y presencia la que puede representar una amenaza para la seguridad nacional en Francia, es decir, se les criminaliza sin más, por ir como van.

Multar por el uso del burkini coarta la libertad de expresión y hace una mezcla imprudente de ley, moralidad y seguridad cuya peligrosidad bien conocemos las personas LGBTI porque paradójicamente, en una decena de Estados donde se practica el islam, la homosexualidad está castigada con la pena de muerte porque sus leyes religiosas nos consideran indeseables.

La polémica prohibición es el reverso de la misma moneda, con el agravante de que -como pasa en los conflictos armados- es a la mujer a la que se ataca como parte del botín de la guerra que está librando Francia contra el enemigo terrorista.
Impedir y multar a las mujeres por el uso de una prenda concreta para estar en la playa atenta contra su dignidad como ha dicho el secretario de Naciones Unidas, y es una injerencia en su vida privada y en su intimidad. Es tratarlas como niñas de 5 años sin voluntad para tomar decisiones sobre su propia vida. Una norma que multa la expresión de una religión (nos gusten o no) es asimilable a lo que hace Putin cuando multa a los gais que celebran el Orgullo en las calles de Rusia.

La imagen denigrante de los cuatro policías franceses en una playa francesa, en pie, multando y esperando a que una mujer musulmana se desvista delante de su hija llorando y del resto de bañistas que las gritan que se vayan a su país es… vergonzosa, y convierte a las mujeres que quieren llevar burkini en víctimas de esta escalada de odio que, con actos de este tipo, va repartiendo las victorias en esta guerra. Es necesario volver a ondear la bandera de la solidaridad, al margen de que se sea musulmana, religiosa o mujer porque el burkini -tal y como explicó su creadora a The Guardian- era un símbolo de libertad. Es tiempo del Pray for burkini, es tiempo de reclamar que se respete la Libertad de cada cual a decidir sobre su vida, su cuerpo y su apariencia. De eso el colectivo LGBTI sabemos mucho y bien. Sumémonos pues: #PrayForBurkini

Foto: GTRES