martes, 25 de septiembre de 2018

Con lo que más te duele

Urban ladscape (2003) - Bartolmeu Cid dos Santos (1931-2008)
Hace casi cuatro años escribí una columna que se titulaba exactamente igual que esta. En aquel momento, noviembre de 2014, todavía no se había aprobado la Ley de Infancia y Adolescencia que reconocía, por primera vez, que las hijas e hijos de las mujeres víctimas de la violencia machista debían ser reconocidos, en contra de lo que venían haciendo la mayoría de jueces y fiscales, como víctimas de la violencia de género al igual que sus madres. Cuando se aprobó la ley, en julio de 2015, fuimos muchas las personas en contacto con esta realidad que creímos que, más allá de que fuera un tema de puro sentido común, el aval de la norma iba a lograr que se protegiese por fin a los menores de edad frente a las situaciones de violencia que vivían en sus propios hogares. Pensamos que de esta forma los operadores jurídicos iban a empezar a replantearse sus actuaciones y considerar (aunque fuera forzados por la ley) la posibilidad de escuchar a las niñas y niños. Creímos que pensarían en su integridad moral, física, psíquica y sexual y se olvidarían de la conservadora Circular nº4/2005 que había dictado la Fiscalía General del Estado en la que desaconsejaba "la suspensión absoluta de cualquier régimen de visitas del agresor para con los hijos comunes" porque podía romper, de manera inadecuada, ¿una relación paterno-filial bien estructurada?

miércoles, 12 de septiembre de 2018

El feminismo, los tratos de favor y la sororidad

Foto: José Ramón Márquez // JCCM
Por mucho que le pese a Arcadi Espada, esto del caso Máster de Carmen Montón poco tiene que ver con el feminismo. Tratar de desprestigiar a la exministra menospreciando el contenido de un Máster que todavía está por ver si cursó, es querer matar dos pájaros de un tiro sin saber usar un fusil. Más allá de obtener los aplausos de fieles y amigos y un poquito de esa popularidad que da el que hablen de uno, aunque sea mal, creo que su buena escritura, sarcasmo y originalidad no aporta mucho a este asunto de la Universidad Rey Juan Carlos, los cargos públicos y los tratos de favor. Pero ahí queda su aportación como parte de ese saludable hábito que es la libertad de expresión, aunque no sea la perspectiva de género lo que esté ahora en cuestión.

martes, 4 de septiembre de 2018

Veintinueve

Foto: María Eugenia Mahía

El pasado 29 de agosto moría Natalya Balyuk, una vecina de Huarte (Navarra). Lo hacía en el hospital. Ingresó inconsciente con multitud de golpes en la espalda y en la cabeza. El hombre que llamó al 112, su marido, dijo que se había caído en el baño. Su madre, la de él, limpió el domicilio para eliminar cualquier rastro que incriminara a su hijo. Este, tras los interrogatorios correspondientes, entró en prisión sin fianza. Está acusado de asesinar a su esposa. Natalya tenía 38 años.
Hace tres años, cuando la pareja residía en otra localidad, alguien alertó de que ella podía estar sufriendo malos tratos. Se abrieron las oportunas diligencias policiales, pero la mujer no quiso ni denunciar ni que la explorara el médico forense.  Se archivaron las actuaciones tanto en este como en otro procedimiento similar un año después. Al no denunciar, se archivaron los casos. Posiblemente, Natalya desconocía, cuando fue asesinada, que 26 días antes había sido aprobado y entraba en vigor un Real Decreto que le podía otorgar protección sin necesidad de denunciar. Para acceder a la misma hubiera necesitado el informe del Ministerio Fiscal o de los Servicios Sociales o de otro organismo especializado con reconocimiento oficial. Aunque contaban en el vecindario que se la veía abatida y abandonada y en el año y medio que vivió en Huarte no pisó un centro de salud ni acudió a Servicios Sociales. Es más que probable, imagino, que los dos intentos frustrados de enjuiciar a su marido le dejaran huella…