miércoles, 28 de marzo de 2018

Indultar por Semana Santa, esa ‘bonita tradición’ de la que no disfrutará María Salmerón

Foto: Miguel Sánchez
El indulto no es una tradición. Puede que este matiz no quede lo suficientemente claro contrastando las noticias de los últimos días con los datos que ofrecen desde la Fundación Civio. De entre los indultos concedidos en 2016 y 2017, casi la mitad han sido a petición de las cofradías religiosas con motivo de la Semana Santa. A medida que las cifras globales de indultos disminuyen (el número anual ha bajado de 201 a 27 en los últimos cinco años), los que se conceden en el marco de la Semana Santa, se mantienen. La justificación, en palabras del ministro Rafael Catalá, es que se trata de “una bonita tradición”.
Ligar “medidas de gracia penales” con “actos de penitencia religiosa” transgrede (entre otras cosas) la separación de poderes que ha de existir dentro de un Estado aconfesional. Además, discrimina, en el acceso a esta medida de perdón, a la población penitenciaria que no practica el catolicismo o que no quiere participar de los rituales que conlleva la intermediación de las cofradías. Por ejemplo, la libertad de uno de los cinco presos que ha obtenido el indulto (vía cofradía) se proclamará este jueves ante la Catedral de León, en la escenificación del episodio del Nuevo Testamento en el que escribas y fariseos solicitan a Poncio Pilatos la liberación de un reo.

jueves, 22 de marzo de 2018

Lavapiés y el reverso tenebroso de los delitos de odio


Foto: Carmine Savarese
Odiar y amar son sentimientos, no delitos. Y como tales son parte del ser humano. Es cierto que el odio cuando se expresa nos incomoda, nos inquieta, nos preocupa y hasta nos ofende.
Se equivocan quienes pretenden hacernos creer que el odio, de por sí, es un delito y que quien lo expresa, un criminal. No son las emociones ni los sentimientos lo que se juzga con los denominados, y tan de moda, delitos de odio. Nada más lejos de la realidad. Pero viendo el clima que se está creando al respecto parece que el hecho de expresar sentimientos hostiles hacia representantes públicos o políticos es motivo suficiente como para verse inmerso en ese proceso penal.
En los últimos meses nos hemos encontrado con sujetos que –lejos de pertenecer a uno de los colectivos que las declaraciones de derechos humanos califican como vulnerables por el color de su piel, su identidad de género, su origen, su orientación sexual, sus ideas…– trasladan a la opinión pública un mensaje distorsionado sobre lo que son los delitos de odio. En sintonía con esta distorsión y a partir de los incidentes de Lavapiés y la muerte por aclarar de Mame Mbaye, tenemos noticia de cómo diferentes sindicatos de la Policía Municipal de Madrid que han acudido a la Justicia dicen ser víctimas de un delito de incitación al odio.