domingo, 27 de mayo de 2018

Relegadas en la izquierda y en las ONG


Zula Lucero
En feminismo, pertenecer a un partido de izquierdas, a un sindicato o formar parte de una ONG no son garantía de nada. En una sociedad patriarcal, y la nuestra lo es, ni las banderas ni las siglas eximen a nadie de la necesidad de poner freno al machismo que la mayoría de los hombres llevan dentro cuando se trata de repartir poder y responsabilidad, aunque sea para una noble labor como la de “cambiar el mundo” y luchar contra las injusticias. No basta confiarse al espejismo de las listas cremallera o los planes de igualdad si estas acciones no llevan aparejada la paridad no solo en quien decide sino en lo que se decide.
Basta mirar la presencia de mujeres y los puestos que estas desempeñan en espacios políticos clave para lograr los cambios feministas que necesitamos como sociedad para comprobar que la igualdad entre quienes la proclaman, la promueven y la defienden, tiene un techo de acero más que de cristal. Ellos acaparan los puestos y carteras del poder terrenal y ellas se dedican a los temas más sociales donde la atención directa y el contacto con las personas ocupan un lugar central. Ellos proveen y ellas sostienen, ellos deciden y ellas actúan. Todo un clásico.

domingo, 13 de mayo de 2018

Señalar con nombre y apellidos, ¿es ese el camino?

Foto: Violeta Assiego
No creo que las redes sociales sean el medio para hacer justicia, conocer la verdad y para que las víctimas tengan una reparación efectiva. Sin embargo, las redes están teniendo una función clave a la hora de dar a conocer aquello que hasta ahora se ha venido callando y reprimiendo: las violencias sexuales contra las mujeres. Las redes sociales, no solo en España, se han convertido en el espacio donde las mujeres –negada y atacada nuestra libertad sexual por quienes deben protegerla– hemos encontrado la libertad para contar y la sororidad de hacerlo sin miedo. A través de Twitter, Facebook e Instagram se ha logrado que se deje de ningunear un problema que pone al descubierto que ante los próceres de la sociedad patriarcal ser mujer es sinónimo de dominación, abuso y castigo.
A pesar de todo esto, o precisamente por todo esto, no puedo celebrar los señalamientos que han tenido lugar esta última semana a hombres, con nombre y apellidos. Miro con cautela, que no con desconfianza, la denuncia pública que han protagonizado multitud de mujeres anónimas. Era de esperar que pasara algo así al constatar con  el #Cuéntalo (por si quedaban dudas) el abanico de violencias que sufrimos las mujeres. Acoso, abusos, agresiones, humillaciones y maltrato son experiencias demasiado frecuentes, y la hartura, indignación e impotencia que provocan necesitan canales por los que aflorar. Pero, a mi juicio, no es una buena noticia que uno sea a través de señalamientos cómo los que han tenido lugar estos días.