martes, 25 de agosto de 2020

Otros marcos narrativos para doblegar la curva del odio

 

Foto:  Jau Herrero

Leía hace unos días que "debemos cuestionarnos críticamente la manera como reproducimos en nuestro lenguaje formas de poder a las que somos contrarios, debemos esforzarnos por usar el lenguaje de un modo nuevo que abra una posibilidad de esperanza al mundo". La cita es del reciente libro de Judith Butler, 'Sin Miedo', pero la idea ni es nueva ni tampoco solo suya. Neurocientíficos, lingüistas, filósofos, sociólogos, pedagogos, periodistas, historiadores, antropólogos, escritores... todo ellos, hombres y mujeres, llevan años estudiado cómo el lenguaje (no siempre verbal) –tanto en el ámbito público como en el privado– también es (recordando las palabras de bell hooks) un lugar de combate.

Que el lenguaje es un lugar de combate es algo que saben bien quienes incitan el uso de la retórica del odio, quienes saben que el miedo y la ira son un gran negocio. Por eso urge, dada la curva ascendente que va tomando la retórica de odio que sean otros los marcos narrativos que intentemos usar quienes defendemos, desde la lógica de los derechos humanos, que todas las vidas tienen valor, que todos los cuerpos han de ser tratados con respeto a su dignidad, que todas las muertes han de ser lloradas y que no hay verdad sin justicia, reparación y garantías de no repetición. Quienes defendemos todo aquello que molesta al fascismo.

martes, 18 de agosto de 2020

Diferencia entre escrache, linchamiento y fascismo

 

Foto: Clara BM


Los escraches en España siempre caminaron sobre una delgada y fina línea. Esa que se queda cuando se importa una forma de protesta a un contexto para el que no fue ideada. Los escraches legítimos y necesarios surgieron en Argentina ante la impunidad de los genocidas, eran "una forma noble de hacer justicia debatida a lo largo de varios meses cuando no se podía acceder a la justicia por el Estado" (en palabras de Rita Segato). Una forma de justicia a la que precedía un periodo de asamblea, de debate, de análisis y de preparación de meses en los que se corroboraba colectivamente que era la única alternativa de que los criminales no quedarán impunes socialmente. Aquel escrache tenía, de forma premeditada, muy poco de espontáneo pues se trataba de evitar caer fácilmente en el linchamiento. Los escraches originarios a los genocidas eran la única forma de 'denuncia y reparación' a la que tenían acceso las víctimas de aquellos crímenes fascistas ante la falta de respuesta legal y judicial para acabar con la impunidad. El escrache era una forma de sanar colectiva y pacíficamente, de atraer más democracia.

martes, 11 de agosto de 2020

Necesitamos otro sistema de protección social, necesitamos cuidados

 


Si algo está dejando en evidencia esta pandemia es la urgencia de reformar un sistema de protección social excesivamente burocrático y demasiado lento para ofrecer respuestas eficaces a situaciones de necesidad, un sistema que colapsa en situaciones de crisis y cronifica a las personas en exclusión y pobreza. Ya en 2015, a la hora de hacer frente a la crisis económica, la Comisión Europea diagnosticó el sistema de protección social español como “claramente ineficaz para reducir los niveles de pobreza relativa y desbordado por el aumento de las necesidades sociales generadas por la crisis". 

En estos cinco años, lejos de corregirse, la situación se ha enquistado pasando por encima no solo de los derechos de las personas que acuden a este sistema sino a costa de la salud laboral de los profesionales comprometidos con su función social que sortean la falta de recursos y de cuidados con los que desempeñan su trabajo. 

miércoles, 5 de agosto de 2020

Normalizar la mentira absoluta

 


Molestan las voces que nombran las verdades que con tanto esfuerzo se tratan de modificar desde su génesis. Molestan a quienes abrazan la mitomanía patriótica que se construye a base de hazañas, héroes y relatos de grandezas. Gran parte de la ciudadanía española siempre ha vivido (hemos vivido) con las narraciones de esa mitomanía ante la cual no cabe manifestar otra cosa distinta. Es la absolutización de la memoria histórica común. La 'Historia construida' es la Historia verdadera y es impensable plantear la inhabilitación de ese relato mitómano para analizar la realidad desde los hechos, desde las voces de las víctimas, desde la lógica de los derechos humanos. En la 'Historia construida' no cabe la rendición de cuentas de quienes, desde su posición de poder, hicieron de la impunidad su bandera o más bien usaron la bandera para garantizar su impunidad.