lunes, 21 de marzo de 2016

¿Nos dan igual los refugiados?

Foto: Jure Erzen via eldiario.es
“La crisis de los refugiados no preocupa a los españoles. Ni un solo español (0,00%) sitúa a los refugiados entre los 39 principales problemas de España”.
Este es el tuit literal que uno de los principales periódicos nacionales de nuestro país tuvo a bien publicar en su red social el pasado 8 de marzo. La afirmación (que yo no calificaría como información) roza el insulto a la inteligencia y, sin duda, tergiversa la percepción que los españoles pueden tener de la tragedia que están viviendo los refugiados. Desvirtúa con un 0,00% de rigor, el sentido con el que el CIS sondea a la opinión pública respecto a las coyunturas que a esta le preocupan.
Para los españoles, desde hace tiempo, la inmigración -la llegada de personas extranjeras no comunitarias a nuestras fronteras- no representa uno de los principales motivos de preocupación, es decir, no les supone problema alguno. Y esto, más que un síntoma de insensibilidad social, hasta ahora se ha interpretado como una buena señal. La ciudadanía no vive a los inmigrantes (ni a los refugiados) como algo amenazante para ellos o para España, a diferencia de lo que sí sienten con la corrupción, el paro, la clase política o la situación económica.

Sobre refugiados, la noticia martilleante debería ser que Europa tan solo ha acogido a 160 de los 160.000 refugiados que se comprometió, y que a España solo han llegado 18 de las 16.231 que el Gobierno aceptó a regañadientes. Bilbao, Valladolid o Madrid son algunos de los lugares donde se ha instalado ese grupo que no llega ni a la veintena.

Si el Gobierno español no ha dado más pasos para cumplir con el contingente de refugiados que le fue asignado no ha sido, precisamente, porque los españoles pasen del tema o rechacen la idea de acogerles. Más bien todo lo contrario, un sondeo realizado por Metroscopia en el mes de noviembre (fecha en la que se negociaban las cifras del reparto de refugiados entre los países de la Unión Europea) señalan un alto grado de solidaridad de la sociedad española hacia la tragedia (que empieza a ser crimen )humanitaria.

Una muy amplia mayoría (84%) –sin distinción ideológica– era partidaria de que la localidad en la que residen forme parte de la Red de Ciudades Refugio que impulsó Ada Colau; el 57% de los españoles estaba a favor de que se produjera una pequeña subida de impuestos para ayudar en el problema, el 68% estaría dispuesto a colaborar como voluntario y el 66% a hacer pequeñas donaciones económicas.




Esta solidaridad intencional no parece estar sobre dimensionada por las imágenes terribles que llegan si atendemos a algunos de los datos de la última vez que el CIS estudió la Percepción y Actitudes de los españoles ante la inmigración. Sin ser para tirar cohetes, y teniendo en cuenta el contexto de crisis económica y social en el que estábamos inmersos en el 2014, prima la actitud de aceptación y tolerancia entre los españoles. Dos ejemplos:

  1. La opinión mayoritaria de los españoles cuando oye la palabra inmigración es asociarla a: la necesidad de venir a trabajar (24%), a pobreza y desigualdad (14%) y a un sentimiento de empatía y solidaridad (9%).
  2. A la pregunta de qué hacer con los extranjeros en situación irregular, el 15% afirma sin cortapisas que deben ser devueltos; y si se trata de solicitantes de asilo, el 12% afirma que no debe acogérselas en ningún caso.
Centrándonos en esto último, al menos uno de cada diez españoles en 2014 era completamente intolerante al extranjero en situación de mayor vulnerabilidad. Un pequeño porcentaje nada desdeñable teniendo en cuenta que es, probablemente, inferior al real.
Bajando al barro de los prejuicios

Es decir, en este tipo de encuestas el sesgo de la deseabilidad social tiene su papel, es decir, un número significativo de ciudadanos responde más bien para ‘quedar bien’ y aparentar los valores –en este caso de tolerancia- que se esperan de él. Esa deseabilidad social se depura cuando ‘bajamos al barro’ y se pregunta sobre aquellas creencias en las que se esconden los prejuicios, y así, en esa misma encuesta, encontramos que son mayoría los que piensan que:

  • los inmigrantes abusan de la atención sanitaria gratuita (49%)
  • reciben más ayudas sanitarias (45%)
  • los españoles deberían tener preferencia a la hora de elegir el colegio de sus hijos (49%)
  • se les da más ayudas escolares a los hijos de inmigrantes (48%), y
  • reciben del Estado más de lo que aportan (54%).
Este tipo de prejuicios no son ciertos pero son estereotipos inyectados en la población a través de informaciones como la de que a los españoles nos da igual lo que les pase a los refugiados. Se trata de mensajes erróneos, distorsionados, equivocados y, en ocasiones, hasta mal intencionados. Parten de los propios medios de comunicación, de los responsables políticos pero también de individuos que, por su profesión o su función social, representan una influencia incuestionable para otros: docentes, deportistas, religiosos, educadores, sanitarios, pero también personajes como famosos, youtubers y tertulianos.

Aquellos que reciben esa ‘información’ suele ser ese grueso de la opinión pública que, al margen de que luego se encarnen en porcentajes en los sondeos, asimilan lo que les cuentan por el presunto prestigio o posición de quien se lo cuenta.
Para destilar prejuicios, discriminación y hasta xenofobia, no hace falta tener carnet de racista ni ser ultramilitante de nada.
En la supuesta sociedad de la información, es precisamente esta la que también nos puede deformar como personas hasta llevarnos a vivir en una ambivalencia que nos hace altamente influenciables. Por un lado, somos capaces de sentir empatía y compasión ante los refugiados que viven un verdadero horror pero por otro, nos dejamos llevar por aquellos que cuestionan que sea papá Estado quien deba facilitarles ayuda o dicen todo tipo de barbaridades para ‘quitarse el problema de encima’.

Al final terminaremos cediendo mediante algún gesto de caridad (que nombraremos como solidaridad) mientras seguimos nuestra vida sin tomar conciencia de que las mujeres, niños y hombres sirios que llegan a las costas de Europa están siendo víctimas de una de las más graves violaciones de derechos, y que a partir de ayer Europa los han entregado (junto con 6.000 millones de euros) a Turquía –un país condenado por la propia Unión Europea por violar los derechos de su población– para que ‘los custodie’ y los retorne.