jueves, 3 de marzo de 2016

Buenismo que no convence

"A mí que me registren". Foto: Uly Martín/EL PAÍS.
Un intenso e histórico debate. A los analistas y periodistas del momento les preocupa el estado de ánimo de sus Señorías tras estos dos días de trabajo parlamentario. A Mariano Rajoy, todo esto le ha parecido un experimento innecesario y ficticio que solo buscaba desmantelar el proyecto que él ha puesto en marcha y que califica, no solo como de éxito sino augura con buenas perspectivas. Entre las doce hojas de su discurso no encontrarán la mínima referencia a los problemas que viven las 13.657.232 personas que, estadísticas oficiales, viven en situación de pobreza o exclusión social.

Pedro Sánchez sí las tuvo presente y además, subrayó el papel de los ciudadanos en este tiempo como ejemplo de solidaridad y cooperación. Sin restarle veracidad, fue haciendo un relato sensiblero de la resistencia ciudadana: pensionistas que han sido el hogar, el salario y el apoyo de sus familiares; padres y madres que ahorran su corto salario para ayudar a su hijo o hija emigrado; familiares de personas dependientes, mayormente mujeres, que renuncian a su empleo para ayudar a su ser querido; empresarios y trabajadores se aprietan el cinturón para conservar el empleo y mantener a flote la empresa; profesionales sanitarios, maestros y maestras, trabajadores y trabajadoras sociales, jóvenes y veteranos científicos; hombres y mujeres de la cultura, trabajadores autónomos, asociaciones feministas, colectivos antidesahucios, voluntarios y profesionales del Tercer Sector, funcionarios del Estado… El candidato a presidente hizo sus deberes. Se esforzó en hacer notar que es, precisamente, por lo mal que lo están pasando tantos ciudadanos por lo que las políticas de Rajoy deben acabar. España necesita Cambio.

Algo más de la quinta parte de su discurso, lo dedicó el socialista a deshojar sus relación de propuestas para luchar contra la pobreza, la exclusión social, la desigualdad, la violencia de género, la discriminación a los colectivos vulnerables, la brecha salarial, la falta de inclusión de las personas con discapacidad, las tasas judiciales, la exclusión sanitaria, los recortes de libertades, la falta de sostenibilidad ambiental, el maltrato animal,…. Sin duda, un excelente trabajo recensión de las agendas políticas de tantas ONG, movimientos sociales, tejido asociativo y periodismo comprometido que ‘han ayudado’ en las elecciones a los candidatos a esbozar documentos de medidas mínimas que les permitan llegar al grueso de la sociedad. Del programa electoral del PSOE salían su gran mayoría.

Un tono bien distinto usó Pablo Iglesias, quien sí mencionó -en varias ocasiones- el término Derechos Humanos que por su parte omitió Pedro Sánchez, quien solo aludió a ellos en un par de ocasiones para dejarlos encajados en la política exterior. El líder de Podemos habló de violaciones de Derechos Humanos… en España.

Muy desafiante, y yendo bastante más allá de lo que el ciudadano medio suele acostumbrar en este tipo de foros -no solo por la forma sino también por el fondo- queda la duda de si, pasado el sobresalto, ese ciudadano medio habrá sido capaz de separar el grano de la paja para sentirse identificado en una alocución mucho más comprometida y directa que la de Sánchez. ¿El estilo aguerrido pudo distorsionar la capacidad de escucha del receptor? Les reconozco que la mía sí, y que he necesitado volver a ver y leer la intervención de Iglesias para entender, a fondo, el fondo y así trascender de algunos momentos de las formas.

Los datos ofrecidos por la mano izquierda de Errejón han sido mucho más incómodos e inconvenientes que los del candidato Sánchez: el 1% de ricos posee lo mismo que el 70% de la población, desde que ha empezado la crisis hay un 27% más de ricos, la atención de Cáritas ha crecido un 30% más en los últimos años,.. Pablo Iglesias habló sin pelos en la lengua de las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad, y señaló a los que entiende son los responsables: la ‘oligarquía’, los herederos de la dictadura y los políticos que se benefician de las puertas giratorias. Se adentró en ese espinoso tema que son los desahucios, y le recordó a Pedro Sánchez que el problema de la vivienda en España es una violación de los Derechos Humanos. Defendió las 5 demandas históricas de la PAH, entre ellas las que está la dación en pago y la suspensión de la deuda. Descorrió el velo ante la cámara parlamentaria para nombrar el TTIP, ese gran desconocido, y que (literal) “supone una amenaza a los derechos sociales, ambientales y a la soberanía popular”.

El líder de Podemos fue el único que habló de los refugiados y el lamentable papel que Europa está jugando en esta crisis humanitaria. Propuso cambios a la Ley de Asilo, y denunció en sede parlamentaria la situación en la frontera sur, donde las concertinas y las devoluciones en caliente siguen violando los derechos humanos.

Albert Rivera por su parte, y como es lógico, se mantuvo alineado con su aliado: Pedro Sánchez. En cuatro cortos párrafos confirmó de forma muy escueta la vaguedad de algunas de las medidas sociales de su Pacto de Gobierno: un Plan contra la Pobreza; un Plan Nacional por la Educación; una Sanidad igual para todos; y un Pacto por la Igualdad y contra la violencia de género y el acoso escolar, violencia interfamiliar. Estos dos últimos, terrenos farragosos donde los programas de PSOE y C´s discrepan abiertamente, y que por la manera en los que los expuso Rivera, queda la duda de si sobre ello ha habido negociación o más bien blanqueo. A ojos de los medios, Rivera apunta como el posible triunfador de estos dos días. Su discurso de ataque y desgaste a Rajoy se ha visto como el de un hombre estadista y brillante, a pesar de carecer de los mimbres básicos de los enfoques de derechos y de compromisos claros con el bienestar… social.

Alberto Garzón no contó con suficiente protagonismo y tiempo. Su discurso, en escasos diez minutos, fue accesible y pedagógico. Habló de como la desigualdad crece, los comedores sociales se instalan en los barrios, la gente pasa hambre, pierde sus viviendas… pero la mayor parte de su tiempo la empleó en tender puentes a Sánchez para sumar desde la izquierda de verdad.

Sea como fuere, la pobreza y la desigualdad estuvieron algo más presentes que en anteriores debates de investidura pero no lo suficiente. Queda impregnado un olor, una sensación: sus Señorías son lo que más importa en estos primeros meses de nueva política: ellos, sus problemas de entendimiento y por supuesto, su estado de ánimo.

Esperemos que sean fuertes porque hay millones de personas, con graves vulneraciones de sus derechos económicos y sociales que están pendientes de lo que hagan. Viven pendientes de un hilo… y no solo de fibra óptica.