sábado, 15 de octubre de 2011

Liarse la amante a la cabeza

Vamos a tomarle al pulso a la audiencia del blog y divaguemos -con más o menos criterio- sobre algo extra-marital: liarse la amante a la cabeza. Es decir, aquellos casos en los que ella o él, aparentemente felices en la estabilidad y seguridad de su relación conyugal (de hecho o de derecho), se lían la amante a la cabeza. Sí, eso a lo que antes se llamaba tener un affaire. Término gaseoso, además de francés, y que quizá ahora podría referirse más a una ginebra centroeuropea elegante pero picante, que a una aventura sentimental en la alta sociedad. Por cierto, ¿quien no se acuerda de la canción de Andrés Calamaro Alta Suciedad?.



Volviendo a lo de Liarse la amante a la cabeza. Parece que es algo habitual. Y unas veces una amante puede erosionar la relación hasta el punto de sedimentarla y -en su propia sequía- hacerla quebrar ante los temblores de la rabia, el miedo, el dolor... En estos casos se suele decir aquello de que algo no debía ir muy bien si pasó lo que paso, llevando al terreno racional algo que tiene más que ver no sólo con lo emocional sino también lo visceral. En mi opinión, no es recomendable llevar el asunto al plano racional puesto que uno o los dos implicados se quedarán dándole vueltas a qué es lo que iba mal para que “poco-yo” se cruzará en el camino de -al menos- uno de los 2. El riesgo de quedarse ahí enganchado es alto, muy alto. Mala cosa si uno quiere volver en algún momento empezar en otra relación.

Otro caso es en el que la amante en particular, puede provocar un fenómeno científico todavía sin estudiar: que la relación conyugal (de hecho o de derecho) pase del estado líquido al sólido no por efecto del frío sino del “calentón”. O dicho de otro modo, de cómo una relación que a los dos implicados se les estaba escapando de las manos pasa a ser de una solidez semejante a las de las Tablas de Moisés en las que se escribieron los 10 Mandamientos. En este caso, se racionaliza la figura de "la amante" como un elemento del destino que tira del caballo al que se ha despistado y ha descuidado la relación, y le hace ver la luz, el camino y la vida en pareja como su única y gran verdad.
Ilustración de Javier Termenón
En estos casos, debería instaurarse una costumbre que es hacer madrina del primer hijo a la susodicha amante en señal de agradecimiento. Ya que si nos liamos la amante a la cabeza hagámoslo del todo, es de bien nacidos ser agradecidos, dice el refrán. 

Pero no puedo acabar esta entrada sin mencionar a aquellos que se lían la amante a la cabeza hasta el extremo de incorporarla a su rutina como algo más y racionalizan su presencia (y sus propias ausencias) ignorándo cualquier síntoma de culpabilidad o de un posible sentimiento hacia ella que va más allá. En mi atrevida opinión, este suele ser más el caso de ellos que de ellas, pues al fin y al cabo está la creencia popular (que es la más popular de las crencias) de que ellos tienen unas necesidades fisiológicas que las mujeres debemos saber satisfacer. Y de no ser así, y puede llegar ese momento, la creencia afirma que es normal, habitual y alguien dirá que hasta “moral” que ellos sosieguen sus inquietudes en lechos ajenos que terminan convirtiéndose en propios. Los "amados" habilmente consiguen sus escudos al presentarse como unas "pobres víctimas" de jornadas de trabajo interminables, de estreses inconcebibles, del sacrificante momento del "afterwork" con aquellos que tienen la llave que abre todas las puertas, y suelen sentir la incomprensión familar, especialmente en relación a los hijos para los que dicen no han sido preparados y no saber criar. Excusas que les legitiman sus ausencias o presencias incompletas, y no pocas veces despiertan la fiel protección y defensa integral de su compañera habitual, ¿de cuál de las dos?, pues puede que hasta de las dos.

Ellas en cambio, si han tenido un/a amante son capaces de anestesiarse entregándose a la vida marital en plan rollo convencional. Ya se sabe hijos, suegros, bodas si hace falta, mucho hogar,.. Lo cierto es que no les queda tiempo para mucho más que callar y acallar. La culpa femenina es lo que tiene que parece que sólo se expía mirando hacia abajo y callando. Pero los/as amantes de las mujeres aunque tengan más de fugaces que de pasajeros dejan huella, y ese secreto ellas se lo suelen guardar tras ese silencio de "esposa amantísima".  La verdad es que conozco más mujeres que se restituyen de su "desliz" con la promesa de fidelidad y pronta maternidad que hombres que vuelvan al redil con el ánimo de no volver a repetir y preparar perdices para el final féliz. Liarse la amante a la cabeza por tanto debe ser más cosa de hombres soberanos que de mujeres regentas. Deberíamos volver a leer La Regenta de Leopoldo Alas Clarín, está de flagrante actualidad. 

Y por ir acabando, a pesar de la multitud de casuística que podríamos abordar, están los casos, en pasiva o en activa, de los que nos liamos la amante al corazón y la cabeza con la amante. Un especie de rollo Woody Allen que media entre la neurósis, la psicósis y la alitosis por las malas digestiones que provoca.

Poco más que añadir a este 15-O en el que se están ocupando las calles, las portadas de los periódicos, los titulares de los telediarios y de las redes 2.0. El mensaje es alto y claro: ESTAMOS AQUÍ, con amante o sin amante, y NO ESTAMOS DE ACUERDO CON CÓMO SE ESTÁN HACIENDO LAS COSAS.