sábado, 14 de julio de 2012

Quién a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija


El imaginario popular está lleno de refranes y símbolos que basta con mencionar para que en nuestra mente aparezca una imagen. Si yo digo "viernes 13", la terrorífica y sangrienta imagen de un muerto viviente llamado Jason se desplomará sobre nuestras cabezas y la sensación corporal será de terror y de asco.

Bueno, pues a partir de hoy, seguiré asociando el fenómeno Viernes 13 a productos macabros y sensaciones espeluznantes. Esta vez causados no por el temido Jason, sino por un gobierno democráticamente elegido por un pueblo y autocráticamente dirigido por Una Élite ajena al sufrimiento humano, y que desconozco si toman drogas duras o no pero que por su falta de empatía y sensibilidad lo parece.

Un viernes 13, y en el mes de julio de 2012, el Consejo de Ministros del Gobierno de España, presidido por el Rey Juan Carlos I, ha aprobado unas medidas de ajuste que ahondan en los recortes del gasto público que se iniciaron a principios de año. Estas medidas, depredadoras cuando menos, se suman a otras igual de voraces con los ciudadanos y ciudadanas que, al margen de su credo, etnia, origen, género u orientación sexual tienen un elemento en común: no superar los estándares de calidad y cantidad que desde el Partido Popular nos dicen que la Unión Europea impone para ser digno de indulto social o amnistía fiscal.

Dicho de otro modo, si eres del pueblo llano: seas funcionario o desempleado, inmigrante o nacional, currito de toda la vida o recién estés empezando, seas pensionista, dependiente, discapacitado, sobradamente cualificado o fracasado escolar, estás jodido, porque la castración de los derechos civiles, sociales y económicos -comunes a todos y todas- parecen ser la llave maestra de una recuperación económica que los mejores expertos afirman está lejos de llegar, y menos con este tipo de políticas, perdon quise decir de políticos y políticas. Ahí queda el exabrupto de la diputada Fabra y su "que se jodan", lo más sincero que se ha oído en la cámara en los últimos tiempos.

Reconozco que en mis momentos más delirantes me da por pensar que estamos ante una especie de "holocausto" y que esto se empieza a parecer a un exterminio premeditado y sistemático de un estilo de vida basado en la igualdad de oportunidades y el respeto a los derechos humanos. Pero rápidamente me arrepiento de tal pensamiento, puesto que aquello que fue tan horrible e inhumano supuestamente nos ha hecho aprender lecciones que ni repetiremos y evitaremos. Y así logro anestesiar mi memoria y olvidarme de Stalin, de los Jemeres Rojos, de Sierra Leona, de las guerras civiles de Guatemala y El Salvador, de Somalia, de Abu Ghraib, de Chechenia, del Tíbet, de Sudán, de la persecucion a los colectivos LGBTI en 78 paises al menos... Y puestos a olvidar puedo hasta omitir la indiferencia mundial ante otra crisis, la alimentaria del Cuerno de Africa, e incluso hasta olvidar el proyecto de Eurovegas que cambiará las reglas del juego en el lejano Oeste de la sheriff Aguirre.

Tras lograr este efecto que llamo ESIA, de "amnesia anestesia", recupero mi confianza ciega, o mejor sería decir tuerta, en el ser humano gobernante y me encaramo a un árbol, el de la vida. Desde lo alto del árbol, pongamos un roble, grito con voz firme y haciendo uso del imaginario popular: "No olvidarse que donde las dan las toman; que todo lo que sube, baja; y que los que la hacen, la pagan. Así que un poquito de seriedad, por favor que a usted no sólo le pago yo sino que le voto yo". Y es entonces cuando, de manera sobrevenida y en medio de mi indefensión aprendida, me acuerdo del curioso final de dos de los antecesores de medidas similares en los años 80, Thatcher y Reagan. Ambos han terminado completamente majaras y desahuciados, mentalmente desahuciados. Y respiro tranquila, porque a cada "cerdo le llega su san Martín" y al final la conciencia, como el pueblo llano, no lo soporta todo.