lunes, 2 de mayo de 2011

Un vagabundo solitario llamado Tichý

El pasado 30 de abril, me sorprendió leer en los obituarios de El Pais la historia de Miroslav Tichý. El titular decía "el fotógrafo vagabundo". Y el cuerpo de la noticia empezaba "era un vagabundo solitario que recolectaba basuras de todo tipo..."


Seguí leyendo con curiosidad. No es muy normal que un periódico de tirada nacional haga referencia al fallecimiento de  un "vagabundo" con nombre y apellidos debatiéndose entre qué darle más peso si a su arte o a su marginalidad. 
Lo que me quedó claro es que Miroslav Tichý no era un vagabundo cualquiera. Ninguno lo es, sin embargo en esta ocasión es más poderoso su magnetismo como artista que el rechazo social que podría haber provocado su "abandono".
Tras leer el obituario, ver algunas de sus fotos, su página web y algún que otro link que ofrece el Reino de Internet, está claro que se trata de un gran artista. 
Un artista de timidez extrema. Misterioso y solitario. Y aunque es más que probable que Tichý naciera artista, lo que está claro es que no nació "mendigo". 
Era una joven promesa y cuando entró a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Praga, todo indicaba que se iba a convertir en un pintor de reconocido prestigio. Sin embargo, en 1948, con la llegada del poder comunista a Checoslovaquia le cambió la vida.
Cambio una "norma" dentro de la escuela. A partir de ese momento ya no habría más modelos femeninas, y las poses las realizarían obreros que representarán el espíritu socialista. Miroslav Tichý se negó a seguir esa regla. Se negó por estética, pero se interpretó bajo un prisma poítico. Es lo que tiene el mundo de las percepciones. De hecho, él hizo su servicio militar obligatorio. A su regresó se fue a vivir con sus padres de manera humilde y a seguir pintando con su estilo propio, sin atender a normas o reglas. Esto el régimen comunista lo interpretó como "disidencia" y anormalidad, y fue en ese momento cuando empezó a entrar y salir de prisiones que le reprendía su supuesta "ideología" y psiquiátricos que buscaban "normalizarle".
No es de extrañar, que después de este periplo, empezara a descuidar su aspecto físico, su manera de vestir y "su red social". Se refugió en lo que tenía, su austeridad, su mundo interior y su arte. Se construyó su propia cámara con la intención de experiementar y hacer fotos que, deliberadamente o no, salían defectuosas. 
Desde la clandestinidad de su aspecto, su originalidad y su personalidad fue tolerado por sus conciudadanos y así pudo fotografiar a miles de mujeres paseando, en la piscina, en el parque, charlando... "Ladrón de momentos fugaces e intrascendentes" dice El País. (Reconozco que me asalta la suspicacia con este afán de asociar "mendicidad" y "delincuencia" aunque sea de una manera tan poética).
Sus penurias no se terminaron ahí, y con la ocupación soviética, le echaron de su casa. Se quedó en situación de calle, que se dice en el gremio. Eligió entonces dejar la pintura y centrarse en la fotografía. En su propia "chabola" rebelaba las fotografías y las malas condiciones provocaban en éstas rayaduras, desperfectos, sobreexposiciones... Además, de imprimirlas en los papeles que tenía y enmarcarlas como podía. El resultado, el producto, único y muy "chic" visto con los ojos de quien todo lo tiene. No había una foto igual a otra. Todo artesanal, reciclado y original. 
Sin hacer uso de la ironía, lo cierto es que cada fotografía capta de una manera mágica instantes cotidianos y expresiones de la vida, que son difíciles de lograr de otra forma.  
Salió del "anonimato" cuando un antiguo vecino de su infancia se dedicó a recabar toda su obra fotográfica con el apoyo inicial del artista. Esta historia es confusa y extraña. Parece que entre ambos hubo distancia, desacuerdo, disparidad de opiniones sobre los deseos del autor respecto al uso de su obra, y mucha confusión en relación a los beneficios económicos de la misma. Nuevamente el mundo de las percepciones, es lo que tiene.
Su primera exposición fue en el 2004, y algunas de sus obras han llegado a costar 8.000€.
Los que le conocieron dicen que era un tipo culto, sensible, asceta, filósofo y que se había exiliado a su interior. No le interesaba la fama ni el dinero. Sólo pintar y fotografiar desde el anonimato que le daba el que no le tomarán en serio. Al fin y al cabo era un vagabundo inofensivo, extravagante con "sus cámaras de juguete" que si de algo se le podía acusar era de voyerismo. Sin embargo, las mujeres y los niños a los que fotografió nunca llegaron a sospechar que realmente les estaba haciendo formar parte del mundo inmortal de la imagen.
Un artista admirado, cotizado, reconocido, envidiado y misterioso. Un vagabudo solitario, desaliñado, enfermo, disparatado y desazonante. Un hombre invissible, perseguido, humillado, amordazado en su arte y rechazado. 
Un expulsado de su propia sociedad. Un desconocido en gran parte y un refugiado en todo caso. Un hombre.