jueves, 4 de abril de 2019

La discriminación invertida de Vox amenaza la democracia

Foto: Romerito Pontes

Se empeña el partido de la ultraderecha española en introducir en el debate político y público una ficción de trato desigual hacia los hombres, los españoles, la familia tradicional, la Iglesia Católica y, por supuesto, también, hacia los vencedores del golpe de Estado que los militares dieron en 1936. Tacha de discriminación lo que no es. Invierte los términos en una hábil estrategia de victimización. Proyecta en quienes somos parte de los grupos y colectivos vulnerables un trato de favor inexistente puesto que, precisamente, por valores y creencias como las que defiende el partido de Santiago Abascal somos y hemos sido señalados, insultados, perseguidos y agredidos.
No es la vida ni la integridad de los hombres españoles blancos heteros y cis, ni tampoco la de sus familias, la que está en juego como colectivo ni sufre un trato desigual. La amenaza fantasma de Vox a supuestas invasiones, adoctrinamientos y feminazismo no son más que una peligrosa proyección de lo que ellos mismos son: fundamentalismo e intolerancia hacia los derechos humanos que -basados en el principio de universalidad- buscan promover, proteger y garantizar la igualdad, ¿cómo?: evitando que la discriminación hacia los colectivos vulnerables se convierta en políticas y retóricas de persecución como las que defiende Abascal.

En Vox son conocedores de la fuerza que en las sociedades occidentales y democráticas (como la española) tiene el discurso de los derechos humanos. Por eso, la ultraderecha usa argumentos que buscan apropiarse de conceptos e ideas que mirando su ideario le son muy ajenos. Resulta que ahora los vulnerables son ellos, por eso, el portavoz de esta formación en el Parlamento andaluz dice que no apoyarán los próximos presupuestos de la Junta de Andalucía porque fomentan la desigualdad ya que, a su juicio, la Ley contra la violencia de género "favorece a un individuo por encima de otro" y la de Memoria Histórica "discrimina entre unos y otros muertos". 
Con su falsa "discriminación invertida" lo que pretende Vox es intercambiar los papeles y recuperar el control que su ideología va perdiendo a medida que la sociedad es más tolerante, diversa y ambiciona una verdadera participación democrática. Para ello, necesita apropiarse de la condición de novedad y del estatus de víctima. Qué mejor forma de hacerlo que bloquear la protección que los derechos humanos reserva y extiende a quienes formamos parte de lo que (en normativa de derechos humanos) se denomina "colectivos vulnerables". Colectivos, que, si ustedes lo piensan bien, conformamos (de una u otra forma) la gran mayoría de la población pues somos parte de una diversidad personal y familiar que representa alguna de esas características que desentonan con la homogenidad.
El problema de bloquear la especial protección a estos grupos es que se da carta blanca a quienes, desde el autoritarismo y la intolerancia, rechazan y niegan la diferencia, la igualdad y la libertad con lo que supone de menosprecio, rechazo y discriminación a quienes pertenecen a una raza, etnia, clase social, orientación sexual, identidad de genero, creencia religiosa que no es la que, desde esas tradiciones y valores conservadores antidemocráticos, se considera como lo normal, correcto, ordenado o convencional...
Por esto, lo que hace Vox al negarse a apoyar los presupuestos andaluces y difundir estos mensajes falsos de trato desigual es evitar que se borren y censuren esas actitudes y comportamientos machistas, racistas, lgtbofobas o xenófobas que les dan votos y que, como sociedad, nos alejan de la España solidaria y de futuro que, hasta ahora, ha preferido mirar más los valores universalistas de Europea que a los que nos encerraban en la España gris del franquismo.
Si a Vox le preocupara realmente el trato desigual y los derechos de los hombres y el resto de sus votantes, no se llamaría Vox ni su líder sería Santiago Abascal. Es más, no existiría. Pero lo cierto es que existe, no solo por el apoyo ilógico de medios de comunicación sino porque ha logrado tocar la fibra sensible de millares de personas que se dejan engatusar por retóricas falsas de derechos e igualdad, por retóricas que son una trampa para captar su voto, retóricas financiadas por las sombras del franquismo. No son los muros ni las armas en casa las que nos han traído hasta aquí, más bien son las palabras y los gestos que construyeron puentes y discursos donde cabíamos todos y todas. Es cierto que España es una democracia que debe mejorar, pero hay una parte de su proceso que es ejemplar, la que tiene que ver con el compromiso de nuestro pueblo con los valores de la democracia. Todo esto está ahora bajo la amenaza extremista llamada Vox y en su origen hay una clara respuesta aversiva a lo que tiene que ver con la igualdad del feminismo, la convivencia que implican los movimientos migratorios y la aceptación de la diversidad familiar, pero sobre todo es consecuencia de no habernos atrevido a mirar de frente la Verdad, a hacer Justicia y a reparar las heridas... de las víctimas, no de los verdugos.