miércoles, 15 de agosto de 2018

Argumentos para dummies no racistas y ‘buenistas’ (y III)


Foto: Jeanne Menjoulet

La migración tiene género, el de mujer. A pesar de que sus relatos suelen desdibujarse en la amalgama de informaciones, imágenes y estadísticas que nos están llegando estos días, ellas siempre están ahí. Poco se habla de cómo el sistema patriarcal, el nuestro, se sirve de las mujeres y niñas migrantes, de cómo se aprovecha de su situación de vulnerabilidad para que las reglas (también capitalistas) de dominación, poder y precariedad las cerquen hasta vivir las experiencias más serviles, denigrantes y abusivas de la llamada economía informal. Habrá quien piense que los discursos xenófobos y racistas de estos días no las estigmatizan ni las señalan directamente. No es verdad, la indiferencia también es violencia porque se habla por ellas, se toman decisiones por ellas, se las victimiza en exceso, se las ignora… Si en los últimos años se puede hablar de algún boom migratorio, es el del aumento de llegadas de mujeres y niñas migrantes a nuestro país.

¿Por qué? Entre otras razones por las que señala el estudio ‘Feminismo, género e igualdad’: “El aumento de la entrada de las mujeres en el mundo laboral, la falta de responsabilidad de los hombres en las tareas reproductivas, el aumento de familias monomarentales, el envejecimiento de la población que genera más necesidad de cuidados, las escasas ayudas públicas a las familias y a la dependencia y la disminución de mujeres autóctonas dispuestas a realizar estos trabajos”. Atravesando todo esto, está la sexualización obsesiva que sufren las mujeres migrantes tanto durante el viaje migratorio como cuando llegan aquí, situaciones que raramente sufrirá un hombre migrante heterosexual.
Esta especie de guía de argumentos no estaría completa si no hiciera referencia a las realidades que viven las niñas y mujeres migrantes.

Las porteadoras

Son mujeres marroquíes que cruzan nuestra frontera sur cargando sobre sus espaldas mercancías que les son ajenas. Bultos que llegan a alcanzar los 90 kilos de un peso que ni una mula sería capaz de soportar. Cargan fardos llenos de productos básicos que vienen de España y van a Marruecos. Viajes por los que reciben una cantidad irrisoria de entre 4 y 10 euros (por bulto) y que, por el tipo de esfuerzos que tienen que realizar, no superarán los cuatro viajes. No es 'equipaje de mano' lo que llevan las porteadoras sobre sus espaldas encorvadas. Es la mercancía de un negocio alegal que carece de regulación y que a ellas apenas les da para sobrevivir. Lo llaman comercio atípico pero este es uno de esos eufemismos que usan las autoridades de Ceuta y Melilla para dotar de legitimidad social a una actividad que humilla a quien la tiene que realizar, por lo general mujeres. Ocurre a la vista de todos. Recientemente, el Parlamento Europeo, en relación a esta situación, subrayó “la necesidad de aplicar de manera efectiva y hacer cumplir la normativa de la Unión sobre salud y seguridad en el trabajo”. Aquí puedes consultar el informe de APDHA sobre las mujeres porteadoras.

Trabajadoras domésticas

La última Encuesta de Población Activa (EPA) señala que el sector del empleo doméstico ocupa a 637.700 personas en España, donde casi la totalidad son mujeres –concretamente el 96% del colectivo– de las que sólo 420.288 están dadas de alta. Es una actividad donde hay una fuerte presencia migrante, el 42% de las trabajadoras tienen nacionalidad extranjera. A pesar de trabajar diariamente y en un horario determinado limpiando casas, cuidando niños, atendiendo a personas mayores o personas dependientes, si son dadas de alta en la Seguridad Social (algo que no es una práctica habitual) no tienen derecho a una prestación por desempleo, cotizan en el Sistema Especial para Empleados de Hogar. Una enmienda del PP en los últimos presupuestos ha retrasado hasta 2024su integración en el Régimen General del colectivo. Para la Organización Internacional del Trabajo no hay ninguna razón que justifique que estas trabajadoras carezcan de derecho de paro en nuestro país. España no ha ratificado el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajo decente para las trabajadoras del hogar que ya ha sido ratificado por 25 Estados. Entre otros derechos reconoce la libertad de asociación y la libertad sindical, el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva y una protección efectiva contra toda forma de abuso, acoso y violencia.  El Gobierno de Pedro Sánchez ha manifestado su intención de ratificarlo como ya adelantó eldiario.es. Si quieres escuchar la voz de una trabajadora doméstica, no te pierdas este 'talk' de Rafaela Pimentel:

La trata de mujeres y niñas

Sin duda, es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres y las niñas, es un delito y atenta contra los derechos humanos. Es una forma de esclavitud en la que la persona migrante es una simple mercancía y es explotada para distintos fines: la prostitución y otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o prácticas similares, la servidumbre y, también, la extracción de órganos. Señalaba  Míriam Vázquez Santiago de la Fundació Surt en este medio que si “las energías y, por tanto, los recursos económicos, están puestos mayoritariamente en la persecución del delito, las víctimas acaban siendo instrumentalizadas con el objetivo de desarticular redes”. España sigue siendo principalmente un país de destino para mujeres víctima de la trata, aunque en cierta medida también es un país de tránsito y origen. La gran mayoría (84%) eran mujeres y niñas tratadas con fines de explotación sexual. Sin embargo, el último informe GRETA señala que estas cifras no reflejan la escala real de la trata de personas en España y que es probable que la explotación laboral esté infravisibilizada por la ausencia de denuncias. Por último, es necesario señalar que  no es lo mismo trata que tráfico de personas que prostitución.
Para terminar, solo añadir una reflexión. El feminismo blanco y español tiene una deuda tremenda con las mujeres y niñas migrantes que vienen, están y se van de nuestro país. Las olvidamos sistemáticamente. Contribuimos a que no se las vea y cuando sí ‘las mostramos’ (porque demasiadas veces las tutelamos) las exponemos sumisas y víctimas, no como parte de las nuestras. Ante este tsunami de comentarios anti inmigración de este verano extraño, las feministas tenemos una gran responsabilidad intelectual y emocional: asimilar que las vulneraciones de derechos que sufren nuestras hermanas migrantes son las mismas violencias de género que nos oprimen. De lo contrario, si las agresiones, abusos y explotaciones que sufren no nos hacen ‘aullar’, seremos parte de esa retórica que niega derechos a quien viene de un lugar diferente. El feminismo tiene muchos argumentos que desplegar en esta otra lucha, también, por la igualdad.