martes, 26 de abril de 2016

Soy lesbiana y no soy la única





Tal es mi grado de aceptación que siempre me ha costado entender que otras personas pudieran tener algún problema en que me gustarán las mujeres, que me pudieran rechazar por ser, en realidad, de lo más normal. Yo al igual que usted, me enamoro. Como usted, he deseado compartir la vida con alguien y formar una familia. Sucede, como imagino que le pasa a usted, que también sufro el desamor y compruebo que pocas veces las relaciones son para toda la vida. Y concluyo, puede que diferencia de usted, que una buena vida es en la que predomina el respeto y la libertad y no la seguridad, aunque todos la buscamos.


Soy como usted. Se lo puedo asegurar. Y no soy la única. Hay un montón de lesbianas a su alrededor, a muchas de ellas no las ve porque están armarizadas. El armario es un buen lugar para refugiarse cuando se vive en una sociedad como la española, en la que (en el mejor de los casos) no saben cómo tratarte y (por lo general) nos discriminan doblemente: por ser mujeres y por ser lesbianas.

Por supuesto que yo también he sufrido esa doble discriminación. Siempre he sido muy vissible. Sé perfectamente que de haber sido heterosexual u hombre, mi carrera profesional en alguna que otra ONG (sí, también en las ONG) hubiera resultado mucho más ajustada a mis competencias reales. Llega un punto en el que cuando te haces notar dentro de los equipos de dirección dirigidos por hombres, estos no saben bien qué hacer contigo para llevarte a su terreno: ni te pueden seducir ni saben de qué hablar si te invitan a tomar unas cervezas. Como no entres en las intrigas y medreos, no saben cómo actuar. Así que lo mejor es, en público, invisibilizarte y en privado, alabarte. Les puedo asegurar que hasta que caí en la cuenta de que mayoritariamente esto funciona así, me sometí a todo un escrutinio profesional. Cuesta aceptar que, haciendo bien tu trabajo, un jefe (y también alguna jefa) no sepa cómo tratarte por el solo hecho de ser una lesbiana en activo.

Hoy mismo dice Beatriz Gimeno que “a diferencia de casi cualquier otra marca de desigualdad, la homosexualidad puede estar oculta, eso es lo que permite que exista el armario“. En muchos espacios públicos, el trabajo lo es, prefieren que como lesbiana permanezcas oculta y que, como mujer que eres, te muestres comprensiva y femenina. Ser un objeto de seducción o de protección es mucho más fácil para aquellos que no quieren perder el control.

Hay quien piensa que ser lesbiana visible en el ámbito laboral es llevar (inoportunamente) el activismo a lo profesional. Lamentable asociación. Ser lesbiana visible en tu trabajo, en un país como España, es poder disfrutar de la igualdad que reconoce la ley y de los derechos que ésta nos concede en lo laboral, familiar y personal. Es gozar de la tranquilidad de no tener que ocultarse e inventar excusas cuando tu chica enferma, te casas o sencillamente, llega la cena de navidad. Les aseguro, que es una gozada poder trabajar en una empresa u organización donde esto puede ser así. Seguramente, ha sido en entornos así en los que he dado lo mejor de mi, profesionalmente hablando.

Nunca me he ocultado y encantada estoy de que no solo no haya marcha atrás sino que cada vez lo viva con mayor naturalidad. Mi visibilidad me ha permitido conocer a otras mujeres, lesbianas y no, que me han abierto los ojos a historias y experiencias muy alejadas de los grises a los que nos limita la invisibilidad. También a hombres que no tienen esas dificultades en cómo te tienen que tratar. Nunca imaginé que llegaría a conocer en persona a mujeres que siempre he admirado y respetado como Beatriz Gimeno o Boti García Rodrigo (quien siento que forma ya parte de mi familia biográfica). 

Tampoco pensé nunca que iba a tener un blog como 1 de cada 10 donde compartiría mucho más que sueños con Carmen López, aprendería a desenfocar con Laura Ramírez, y contaría con Charo Alises, colega del Grupo de Juristas de la FELGTB. Todas ellas (y muchas más que no menciono para no hacer interminable la lista) han hecho y hacen historia. La suya propia y las de todas nosotras. No estamos solas.

En España queda mucho por hacer, especialmente en el mundo del trabajo. No se debe confundir lo que es vida privada y derecho a la intimidad con lo que implica vivir una doble vida armarizada, pero mientras la visibilidad siga siendo un riesgo (por ejemplo) para tu carrera profesional, serán las propias lesbianas las que se parapeten tras las excusas de una cultura heterosexista y patriarcal. No se trata de una necesidad ni de ir a voces gritando ‘soy lesbiana’ como si te hubiera tocado la lotería. Se trata de naturalidad, de acabar con la invisibilidad. De ser mujer sin preposiciones.