domingo, 8 de marzo de 2015

Totalmente libres (versión escrita)

Esta es la versión escrita completa de la Masterclass que impartí hace un año en el programa 'Alaska y Coronas'


"Ningún país del mundo ha logrado la igualdad entre mujeres y hombres ni entre niñas y niños y las violaciones de los derechos de las mujeres y niñas siguen siendo un ultraje", estas son parte de las palabras con las que la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres presenta el Día Internacional de la Mujer en este año 2014. 

Las mujeres, comparten con otros sujetos -cuya condición los hace ser “diferentes”- la dificultad para ser reconocidas como iguales y legítimas de derechos por el simple hecho de ser quienes son, por el hecho de ser mujer.

Hay un gran abismo entre lo que está escrito y la realidad de las mujeres. Uno de los grandes avances para las mujeres y las niñas se produjo hace 20 años en la Conferencia de Población y Desarrollo que se celebró en El Cairo cuando 179 Estados se comprometieron a garantizar el acceso a los derechos sexuales y reproductivos en igualdad de género. Sin embargo, los avances en estos y otros derechos es lento y muy desigual. El balance que hace Naciones Unidas sobre el cumplimiento de los ODM para niñas y mujeres es realmente decepcionante.

Este año 2014, al concluir la revisión de los compromisos de la Conferencia de El Cairo, y estar en preparación de la agenda post 2015 de los Objetivos del Milenio, se plantea un momento clave para redoblar esfuerzos en que se produzcan los cambios que todavía siguen siendo necesarios para lograr el respeto a los derechos de las mujeres y el trato desde un plano de igualdad.

"Ser diferentes no significa inevitablemente ser desiguales y mucho menos amenazantes". Dice Desmond Tutu (clérigo anglicano y premio nobel de la paz) que “no hay justificación científica para el prejuicio y la discriminación nunca, y que tampoco hay ninguna justificación moral para ello”.

La desigualdad entre hombre y mujer no es algo natural, la diferencia sí lo es. La desigualdad se construye. Son las sociedades y las culturas las responsables de cómo somos cómo hombres y cómo mujeres. Esto lo explica muy bien Marcela Lagarde. Hay quienes con sus ideas y creencias construyen mitos que asocian a la mujer con “debilidad y sometimiento” y a los hombres con “mando y dominación”. Creencias que dan por hecho una desigualdad natural de la mujer respecto al hombre, una especie de inferioridad que justifica a gobiernos y a terceros (religiones, medios de comunicación, comunidades, empresas, escuelas, familia, etc) para limitar el no acceso de la mujer a los mismos derechos del hombre y su sometimiento a normas que les niegan el control sobre su vida, su cuerpo y su sexualidad.

La violencia y la igualdad de género están estrechamente vinculadas. En Europa, por ejemplo, una de cada cuatro europeas sufre a lo largo de su vida al menos una agresión a manos de su pareja según datos de la OMS siendo especialmente preocupante el incremento que se esta dando de esta entre los jóvenes.

Y en España, en 2013 murieron 48 mujeres y cinco niños a consecuencia de la violencia de género. En los dos meses que llevamos de 2014 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas son 11. Dicen las organizaciones de DDHH que las mayores trabas están en las que existen para que las mujeres tengan una protección real y efectiva. Y cuentan las propias mujeres, quizá hayan podido ver el espléndido documental “La Maleta de Marta” que la propia sociedad no terminamos de darles legitimidad ni cabida ni cobijo. Las cuestionamos y las obligamos “justificando a los agresores” a estar escondidas y en huida permanente. También dicen las mujeres que la falta de trabajo o la precariedad de los salarios, insuficientes para tener una independencia económica, son para ellas un freno a la hora de denunciar. De ser otra su situación económica y laboral muchas de las mujeres víctimas de la violencia de género afirman que no habrían alargado tanto la situación.

Afirmar y decir a un varón, a una comunidad o un tercero este es mi cuerpo y estos mis derechos representa en casi todos los países un riesgo para la integridad física y para la vida. El día 8 de marzo nos sirve solo para reclamar a los gobiernos, los líderes políticos y sociales que protejan, garanticen y respetan los derechos de las mujeres desde la igualdad. Si la igualdad real no es efectiva es gran parte, todavía, porque los que formamos parte de la sociedad no terminamos de construir una cultura de lo cotidiano que recoja la igualdad y la diversidad, que respete a la mujer en su integridad.