viernes, 7 de noviembre de 2014

Si no callas quién eres lo haremos nosotros



No puedo más que dar la razón a Paco Tomás cuando el otro día me comentaba lo ridículo, cómico y también preocupante de la escena de unos hombres en Rusia retirando un iphone gigante del patio de una universidad de San Petersburgo al entender que su presencia era una ilegalidad. El iPhone gigante, monumento a Steve Jobs, fundador de Apple, era tachado de propaganda homosexual por parte del grupo empresarial que financió el proyecto (ZEFS) a raíz de las declaraciones de Tim Cook en las que reconocía abiertamente su homosexualidad. La imagen, lejos de ser inocente, subraya el mensaje que desde 2010 la autoridades rusas lanzan a sus ciudadanos con la aprobación de leyes que prohíben la propaganda homosexual: la homosexualidad es mala y hay que proteger a los menores de edad de esa ‘libertad sexual’ que amenaza los valores tradicionales de la familia y de la cultura rusa. Es decir, nada de hablar de ella en público, ni en las escuelas ni en la calle, ni en los medios de comunicaciones ni en las webs, ni en la universidad, ni que haya asociaciones LGBTI; nada de hacer cultura ni de facilitar información objetiva que pueda servir a los chicos y chicas a identificarse y no sufrir y a los adultos a no rechazarles ni acosarles. Y por supuesto, nada de celebrar el Orgullo o una Pride.

Retirada del Iphone en Rusia (ATLAS

De hecho si el programa del propio Paco Tomás, Wisteria Lane en Radio 5, se emitiera en Rusia en vez de en España hubiera sido sancionado con cuantiosas multas económicas por hablar como periodista de diversidad sexual, al igual que nos pasaría a Nayra y a mi por publicar este blog.

La ley que prohíbe la propaganda homosexual en Rusia, además de rozar lo irracional, viola derechos humanos tan importantes para la buena salud de la convivencia social como el derecho a libertad de expresión, de asociación y de reunión. Pero a su vez viola derechos individuales clave como el de recibir información objetiva y el derecho a la intimidad. Y lo más alarmante de todo es que el propio Estado ruso es el que debiera proteger, garantizar y desde luego respetar esos derechos humanos en vez de violarlos.

Retirar un iphone gigante del patio de una universidad parece cómico pero resulta preocupante, y no sólo por la simbología que esconde ese acto de ensalzamiento de ‘los valores tradicionales rusos’ desde un plano geopolítico, sino por las consecuencias directas que tiene en las personas homosexuales, bisexuales y transexuales rusas que desde la aprobación de la ley sufren el acoso y violencia lgbtfóbico sin amparo institucional ninguno. Y por supuesto alarmante al ver la situación de vulnerabilidad en la que quedan los chicos y chicas LGBTI, menores de edad, que no pueden acceder a información objetiva que nombre lo que les pasa y lo que sienten (información objetiva como la que hasta hace unos meses en nuestro país se recogía en la asignatura de Educación para la Ciudadanía y ahora no se incluye en ningún contenido curricular, pero esa es otra historia).

Niños y niñas como los de Children 404, sobre cuya situación se hizo una película cuyo trailer encontráis a continuación y que fue presentando en festivales tan imprescindibles como el @LesGaiMadrid y que a través de la sección de documentales dan a a conocer situaciones como esta: